
Por estos días los amaneceres del SUR se visten de cristalina escarcha. Menos ocho grados en Temuco, Pucón, Villarrica, San José de la Mariquina y mi Valdivia… En fin, vivir a menos grados parece que congela hasta la sangre, entonces sientes que los dedos de las manos y los pies se quiebran, que las ideas no germinan, incluso, a breves instantes, hasta la ilusión se cristaliza. Ese es el peor hielo.
El frío se pasa… la frialdad se queda.
Cuando conocemos el calor de la leña que ilumina y arde cada atardecer, cada anochecer, el temor del hielo nos paraliza. Su sólo recuerdo produce estertores en las profundidades siempre cálidas del corazón.
Será por eso que nos resistimos a amar… El calor nos vuelve dependientes, el frío nos anestesia las emociones y mientras nada nos derrita preferimos seguir congelados, cristalizados, inmóviles, acorazados.
Hay hombres, hay mujeres de hielo no sólo en mi SUR. Hay hielo en todo el mundo. En el más hermoso de los paisajes siempre hay un corazón que teme al amor.
Y así es mejor que los días pasen sin pensar o pensando demasiado, que los días pasen sin sentir o sintiendo congelado.
El enfriamiento global…
No podemos creer en el calor y emigramos, nómades por el mundo imaginando que el paraíso existe en cualquier lado, menos a nuestro lado.
Que el amor alcanza para todos, felicitaciones, pero para nosotros, los siempre viajeros y ocupados, no nos queda tiempo ni ganas de detenernos a acariciarlo.
Entonces tú, ellos, yo repetimos que es una opción, que podríamos detenernos en una mirada, en un abrazo, en un beso… pero otro día, porque ahora no es el momento. Entonces tú, ellos, yo repetimos que estamos bien, mientras alguien espera nuestras señales expectante. Pero no queremos, muchas gracias a ustedes por el calor, pero no queremos.
No creas que eres tan especial ni tan importante para descongelarme y cambiar el termómetro de estos menos grados Celsius, o lesos.
Es mejor así, no nos vamos a derretir en un abrazo y derribar las fronteras del iceberg que nos mantiene sellados al vacío.
“Pasa el tiempo y ahora creo que el vacío es un lugar normal” (Cerati for ever).
Y otros cantamos: “Cuando digo te quiero, no creas que te quiero tanto… Jamás será demasiado para desescarchar lo que prefiero mantener bien congelado” “Tómate tu tiempo y vete a otro lado” “Tal vez en otra vida o cuando llegue el verano” “Ese verano que alguna vez disfrutamos”.
En fin… que ésta desde hoy ya no es mi historia. Es la historia que escucho por todos lados. Yo hoy, aún en medio del HIELO de este SUR creo en el único y verdadero calor, ese que espanta el miedo, el miedo a perder el rumbo persiguiendo un sueño.
Y cuando llega el silencio… lo escucho, latiendo tranquilo y sereno. Podrán congelarse el infinito y más allá, podrán entumirse todas las almas de hielooooooo, pero cuando suspiro a menos grados, el calor brota de mi aliento.
Congelarse es una opción, sí, sí. Una opción… pero desde hoy no es la mía.
Por segundos casi se me congelan las palabras… “sobreviví para microenamorarme”. Hoy comprendo que esta loca manía de escribir la vida, de leer la lluvia y escribirle poemas a los postes y las esquinas, esta loca manía de amar las letras de Cerati y coleccionar vocablos es mi mayor osadía en medio del mundo de los de alma congelada.
Si cada letra es una semilla, ellas pintarán después del hielo, la primavera.
Ahí vamos, ustedes pueden seguir con sus brazos atados.
Ahí vamos, ustedes pueden seguir con sus brazos atados.
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